Brasil se corona en una Copa América de leyenda
Por Fulana de Tal
No es frecuente que una final contenga más emoción que un torneo entero. La Copa América Femenina 2025 terminó siendo esa excepción gloriosa. En Quito, Brasil y Colombia ofrecieron un espectáculo de altísimo voltaje que culminó con un dramático empate 4‑4, un doblete salvador de Marta en tiempo añadido y una tanda de penales donde la experiencia prevaleció para confirmar a Brasil como campeón continental por novena vez. El golazo de Marta desde fuera del área —un derechazo letal que silenció a la afición colombiana con apenas segundos al reloj— se convirtió en un acto heroico de resistencia y liderazgo.
El encuentro estuvo lleno de giros: Colombia tomó la delantera tres veces con goles de Linda Caicedo, un autogol brasileño y Mayra Ramírez, y cada vez Brasil respondía. Primero Angelina desde el punto penal, luego Amanda Gutiérrez, hasta que cuando el partido parecía sentenciado, apareció Marta con su magia pura. En el tiempo extra, volvió a anotar, aunque la heroica Leicy Santos empató con un tiro libre impecable en el minuto 115 y llevó el drama a los penales.
Este triunfo no solo representa a Brasil, es una reivindicación del fútbol femenino continental. Más que un título, es una demostración de carácter y de mentalidad ganadora. Las jugadoras brasileñas, con jugadoras como Gio Garbelini y Luany Rosa desde clubes madrileños, y una portera, Lorena, que detuvo el penal decisivo, se consolidan como estrellas regionales que ya no esperan reconocimiento: lo construyen con cada partido.
La narrativa de esta final también refleja la poderosa competitividad del continente. Colombia, liderada por figuras como Linda Caicedo y Mayra Ramírez, sigue proclamándose como una potencia creciente que desafía el dominio histórico de Brasil, aunque aún no logra romperlo.
Este torneo fue una ventana abierta a la grandeza: goles memorables, drama infinito y una final que quedará en la historia. Pero también fue un espejo incómodo. Porque mientras las jugadoras nos regalaron un espectáculo a la altura de cualquier gran torneo, hubo gradas vacías, transmisiones con poca cobertura y una difusión mediática que no estuvo a la altura del momento. El fútbol femenino sudamericano emociona, representa y transforma, pero necesita más que talento en la cancha: necesita visibilidad, inversión y compromiso real fuera de ella.
Más allá del resultado, esta final nos dejó algo más valioso que una copa: nos dejó esperanza. Nos recordó que el fútbol femenino en América Latina no es una tendencia, es una fuerza viva que emociona, que exige y que inspira. Pero también dejó una lección: una final así merecía otra cobertura. Merecía estar en todos los titulares, en todas las pantallas, en el centro de la conversación deportiva. Que no haya sido así es un reflejo de lo mucho que aún falta por hacer. Porque mientras en la cancha las jugadoras entregan historia, fuera de ella aún se les niega visibilidad.
Y, aun así, mientras haya una mujer con el valor de pedir el balón en el último minuto —como lo hizo Marta— habrá una nueva generación creyendo que todo es posible. Porque sí: a veces el deporte no solo refleja la realidad… la empuja a cambiar.
¡Abramos cancha!