La Euro Femenil 2025: más que un torneo, una exigencia de justicia deportiva

Por Fulana de Tal

Cuando el balón rueda en la Eurocopa Femenina, no solo se disputan partidos: se derriban barreras. Esta edición del torneo —que por primera vez se juega en ocho ciudades suizas— no solo promete récords deportivos, sino también financieros. De acuerdo con Ampere Analysis, se espera que genere más de 38 millones de dólares en ingresos por patrocinio, un 112% más que en 2022. Esto no es solo un número: es un mensaje. Las marcas ya entendieron lo que muchos aún se niegan a ver en la cancha.

Pero el dato más esperanzador y también más revelador es otro: el 76% de los aficionados europeos al deporte ya disfrutan viendo la Euro femenina. Es decir, el público está. El interés existe. El talento también. ¿Qué falta entonces?

Falta que los medios la narren con la misma pasión. Que los directivos la planifiquen con la misma visión. Que los inversionistas la vean con los mismos lentes de rentabilidad. Falta que dejen de tratar al fútbol femenil como una categoría “alternativa”, cuando ya es una realidad consolidada.

En esta edición, el fútbol no solo se juega con los pies, se cuenta con el alma, pues no solo nos ha traído goles memorables, sino historias que nos marcan, tal es el caso de Olivia Clark, que pasó de ser cajera en un restaurante de comida rápida a portar los guantes de Gales con una seguridad que conmueve; o el de Lia Wälti, la brújula de Suiza, que lidera con inteligencia táctica y temple emocional en la cancha. Grace Geyoro marca el ritmo de Francia con su despliegue incansable, mientras Tessa Wullaert se mantiene como una figura incuestionable del crecimiento belga. Y Alayah Pilgrim, con su talento emergente, encarna el futuro inmediato de una generación que ya no quiere esperar. Estas mujeres no solo representan a sus selecciones; representan el derecho a soñar en grande.

El fútbol femenil ha crecido, sí, pero aún se enfrenta a presupuestos desiguales y narrativas que no engrandecen la emoción que sentimos al ver los partidos. Vemos a las jugadoras dándolo todo en la cancha y fuera de ella, pero seguimos debatiendo si “vale la pena” transmitir sus partidos o si “hay suficiente interés”. Los datos ya respondieron. Ahora toca que las decisiones lo confirmen.

La Euro 2025 no es solo una celebración del deporte, es una prueba para la industria. Porque visibilizar el talento femenino no es un acto de inclusión: es una deuda pendiente con millones de personas que llevan décadas pateando contra el olvido.

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El futuro del futbol femenil ya no es promesa, es presente